jueves, 10 de junio de 2010
Pulque: tradición y algo más
En el salón casino…
El sitio donde me encontraba tenía muy buena pinta, lo que auguraba un ambiente agradable entre amigos incidentales con un toque bohemio y familiar.
(Antes era inimaginable la convivencia de generos dentro de una pulcata tradicioinal)
La pulquería era pequeña, pero encerraba muchos recuerdos de sus más de 70 años de vida o al menos eso me decía la decoración del recinto: innumerables fotografías y notas de periódico, artículos de revista que giraban alrededor de la pulcata y del casi olvidado néctar de los dioses. Había unas 4 o 5 personas perfectamente distribuidas en el largo del local, sentadas en algún banco que rodeaba cada una de las mesas pequeñas que amueblaban el lugar. Al fondo se encontraba la barra, atendida por el dueño del lugar y su hijo, quienes continuaban la tradición de extender la tradición del pulque como lo habían hecho sus antecesores durante más de 70 años. A un lado de la barra había una parrilla arrinconada donde se cocinaba la botana del día: manitas de puerco en salsa verde con frijoles.
(Don Beto. Fiel seguidor de la pulqueria Salón Casino)
A cargo de la preparación de la botana estaba Jaime, un chico de 18 años de edad que llevaba trabajando durante un año. En aquel lugar, según él, comúnmente se cocinan bisteces asados o patitas de pollo.
En el otro extremo del lugar estaban los baños y un pequeño lavabo. Los sanitarios eran un tanto incómodos, pues solo eran pequeños cubículos en donde apenas cabían un escusado y un mingitorio, ambos sitios decorados con imágenes de voluptuosas mujeres desnudas. Estas imágenes harían sentir a alguna persona conservadora incómoda o indignada.
Terminada una breve conversación con unas amistades me dispuse a relajarme así que me coloqué en un banco no sin antes pedir un tarro grande de curado de piña.
Luego escuche a Jorge, el dueño y barman de la pulcata gritar:
-¡Charlie Brown! – el mentado personaje se levanto de la mesa de al lado y recibió su ración de pulque puro servido en un tarro.
El verdadero nombre de este hombre era Carlos Moreno. Era un hombre de aproximadamente 50 años de edad. Era muy flaco y vestía un atuendo que, si hablara, contaría un sin número de historias de este hombre que llevaba 14 años visitando “Salón Casino”. De esos, 4 trabajo como barman en el lugar y en otros bares. Hoy en dia tiene trabajos incidentales como lava-autos o plomero, entre otros roles. En “Salón Casino” tuvo una novia de la cual se rehusó a hablar así como de permitir que le tomara fotografías; el motivo de esta renuencia por parte de “Charlie Brown” pudo haber sido que el desamor lo haya apremiado a tal grado que llevó los recuerdos al oscuro olvido.
Salían y entraban personas constantemente. Unos minutos más tarde llego un muchacho de apariencia universitaria de alta estatura. Llevaba una boina de color gris en la cabeza y unos lentes perfectamente redondos con un diseño clásico y al mismo tiempo estilizado, elementos que lo hacían ver como un intelectual. Pidió un tarro de pulque y se dispuso a platicar con nosotros.
(Lucas... la buena casualidad)
El deguste de "uno de piña" en el paladar de Lucas (cliente frecuente).
La curiosidad que causo un espacio curiosamente delimitado que daba a la calle, sobre ese fragmento de la pulcata, me llevo a preguntar por dicho artefacto a Jorge a lo cual respondió que en tiempos muy pasados ése era el único acceso al lugar con el que las mujeres contaban. Antes, los hombres que visitaban el “Salón Casino” eran personas que carecían de modales, sin tomar en cuenta los cánones de género que en la ciudad las personas tenían establecidos, así como la moral de la época, también por la misoginia y falta de respeto a las mujeres que estaban a la orden del día en ese lugar.
Con el paso del tiempo y la evolución de las costumbres urbanas y roles de género las mujeres ya lograban entrar a la pulquería y el acceso se convirtió finalmente en un mostrador donde se despacha pulque y curado para llevar.
Pase ud, hay de fresa, avena y mango.
Don jesus sirviendo uno de mango.
Placa conmemorativa de todo un siglo de servicio de la pulqueria la risa develada por Ebrard.
En aquellos tiempos. A inicios del siglo XX
Pintoresco sitio de cervezas y pulques a media tarde
Preparando el clasico de avena.
“Experiencia directa con el néctar”
Con este tipo de detalles y situaciones variopintas son con las que uno se puede encontrar al visitar alguna de las ya tradicionales pulquerías de la delegación Cuauhtémoc.
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